lunes, 29 de junio de 2009

Muñones y reliquias de la Corduba romana(V)


Resulta insólito comprobar que las huellas arquitectónicas romanas que se pueden ver hoy día, en la Córdoba del siglo XXI, son desproporcionadamente pobres en su exhibición y poco representativas de la portentosa historia más arriba extractada, seguramente mejorable, pero hecha con las mejores intenciones. Se aprecia un cierto ambiente de indiferencia hacia el pasado romano, del que parecen estar contagiados los cordobeses en general, así como los medios de difusión y la industria turística. Desconcertante.

Se suele decir que debajo de la Córdoba actual duerme, el sueño eterno, la Corduba romana. No hay obra, pública o privada, en la que no hayan aparecido restos romanos de valor histórico significativo, de los que luego las “autoridades” tanto locales, autonómicas o nacionales, no se han preocupado de sacar partido. Desde la transición, Córdoba no ha dejado de estar gobernada por la izquierda radical. Esta circunstancia ha quedado bien proyectada en la política de obras, conmemoraciones, puestas en valor –frase que tanto gusta a los progres- de la imagen que desean que sea apreciada, tanto por los propios cordobeses como por los visitantes. Es público y notorio que a esa izquierda le entusiasma, en exclusiva, lo andalusí, más folclórico que histórico, con falaz olvido de lo romano.

Parece que, en la Historia de España, sólo consta la andalusí. Aunque, en el fondo, no con mucho entusiasmo por los Omeyas impuros neo bizantinos, malos musulmanes, borrachos de vino de Monte de Ullia –Montilla-. Montilla y su famoso vino ya existía cuando andaban por Qurtuba los Omeyas, que por cierto supieron apreciarlo. De la historia de al-Ándalus, lo especialmente resaltado es lo almohade y lo nazarí. Andalucía queda reducida a presentar la consabida y exclusiva estampa de la Alhambra de Granada y la Giralda. Por cierto indiscutibles vestigios de la historia andaluza, pero sospechosamente exhibidos como exclusivos protagonistas. Aquellos viajeros románticos, escritores, poetas, músicos, que en el pasado tanto promocionaron esos manidos rincones y escenas de nuestro pasado, miraban el paisaje con anteojeras afectadas. Parece como si ya, todo estuviera hecho y nada quedara por hacer. Como dicen los fatuos, la figura de Andalucía es poliédrica. Sí, pero solo se enseña una cara. Hay más caras, también valiosas, que quedan entre vergonzantes penumbras.

Por eso, cada vez que se ha hecho alguna obra de cierta consideración en las que se han “tropezado” con los inevitables y abundantes restos romanos –desafortunadamente para los propietarios afectados-, rápidamente se le ha echado, literalmente, tierra encima. La ideología política de extrema izquierda -y no tan extrema- y su particular forma de entender la cultura como herramienta de la acción política, no han dado facilidades para que se fuera creando un parque arqueológico que refleje, adecuadamente, la riqueza romana arquitectónica. Todo el mapa de la ciudad está plagado de hallazgos detectados –hasta en la Mezquita Catedral-, las más de las veces saqueados, o vueltos a enterrar. En el fondo, tropezarse, que no buscar, restos romanos en Córdoba, sea en una obra particular o pública, constituye un problema administrativo-cultural, que todo el mundo quiere evitar.

Las explicaciones para justificar la carencia de este parque arqueológico adecuado, son curiosas. Entre otras se dice que la zona que Roma eligió, en su día, para la fundación y desarrollo urbanístico del foro, estaba en el mismo sitio en el que hoy encontramos el centro tradicional de la ciudad – eje formado por la Plaza de la Corredera, Ayuntamiento (Templo Romano), calle de Claudio Marcelo (el fundador), Plaza de Las Tendillas, Gondomar, San Nicolás, Puerta de Gallegos (fin del foro)-. El argumento es que, durante siglos, la piqueta no ha dejado de actuar, sucesivamente, tirando y levantando en el mismo sitio. Debido a esto, quedan pocos testimonios de la que fuera capital de la Bética. No se ha hecho otera cosa que seguir el destructor ejemplo de los musulmanes, que cuando la ocuparon se encontraron ya hecha una explendida ciudad, que en poco tiempo destruyeron para usar sus sillares, columnas, piedras para imponer su civilización ya entonces anti occidental.

Otro argumento esgrimido para explicar esa carencia de testimonios arquitectónicos tiene que ver con las luchas civiles de cesaristas (populares) contra pompeyanos (optimates). Como se ha relatado anteriormente, después de que Julio Cesar venciera en la batalla de Munda 45 a.C., asedió Corduba sin dejar piedra sobre piedra, en venganza por ser los cordubenses optimates, además de costarle la vida, según la historia, a más de 20.000 ciudadanos.

Frente a estos argumentos, cabe citar algunos hechos históricos, cuando no pruebas arqueológicas, que los ponen en duda. Cuando Augusto estuvo en Hispania, entre los años 27 y 25 a.C., se llevaron a cabo proyectos de reconstrucción de la llamada nueva Corduba. Hubo profundas reformas administrativas que condujeron a que la ciudad se convirtiera en capital de la Bética. Se le otorgó el título de Colonia Patricia Augustea, lo que provocó una autentica expansión urbana, acompañado de un notable crecimiento de los servicios como fue la construcción de un acueducto, naturalmente llamado Aqua Augusta, además de alcantarillado y fuentes públicas. Se extendieron las murallas, lo que permitió un rediseñamiento organizativo de los barrios, llamados vicus, entre los que cabe citar: Augustus, Forensis, Hispanus, Patricia y Canteris.




Evidentemente, Corduba le debe mucho a Cesar Augusto Octaviano, lo que parecía querer expresar su deseo de redimir, a los ojos de los cordubenses, el desagradable recuerdo dejado por su tío-abuelo; lo de optimates o pro pompeyanos es agua pasada; se propuso convertir esa ciudad en una segunda Roma de las colonias. Pero ¿dónde están los testimonios públicos de agradecimiento de los cordobeses, de todos los tiempos, a tan notable benefactor? ¿Dónde el interés y el mimo por recuperar tan gloriosos restos y ofrecer orgullosos, a la vista de todos, los de dentro y los de fuera, su pasado? Al menos quiero suponer que la mayoría de los cordobeses del siglo XXI saben quienes eran Trajano, Adriano, los dos Sénecas, Lucano, entre otros, por su estrecha vinculación con la antigua Corduba, raíz de nuestro ser de occidentales.



Cuando se construyó el conocido y todavía utilizado Puente Romano, siglo I d.C., en la Vía Augusta, de vital importancia para la comunicación de Corduba, por estar emplazada en una encrucijada de vías que comunicaban tanto con toda la Bética, por el sur, como con la Lusitania y la Tarraconense, por el norte, no es difícil imaginar que, esta importante obra conllevaba un saneamiento y estímulo para el desarrollo urbanístico de la ciudad, como suele ocurrir también en nuestro tiempo. Recordemos el apreciable efecto que tuvo la construcción del Puente Nuevo, año 1957, –segundo puente después de 20 siglos- en el desarrollo urbanístico de la actual Córdoba. Además, al ampliarse las murallas, hecho muy importante, la Vía Augusta que pasaba por la ciudad, se la mejoró notablemente, pasando a ser la Decumanus Maximus, o sea, la calle mayor, la gran vía de la ciudad.