martes, 23 de diciembre de 2008

El programa laicista y la Navidad

"….Tantas son las raíces cristianas de nuestras instituciones sociales que la realización del programa laicista podría acabar haciendo que la población se separase de una cultura cuyos fundamentos ha dejado de entender. Nos convertiríamos así en una suerte de vándalos y alanos que deambularan entre misteriosas ruinas romanas e inescrutables inscripciones latinas". Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, ABC Lunes, 22-12-08.

Querido amigo, un oportuno paréntesis a la Historia Romana de Corduba, para desearte una feliz Navidad de 2008. Que el espíritu de la Navidad siga resistiendo en nosotros e impida que nos convirtamos en en esa mala suerte de vándalos y alanos que algunos desean.
Francisco Javier

lunes, 8 de diciembre de 2008

El abandono de la raíz romana de Córdoba: El estremecimiento del presente (I)





















No creo que haya muchos cordobeses que duden de que su forma de vida social, política y cultural, actual, sea occidental, y que, sobre todo, esté impregnada de la herencia básicamente cristiano romana, lo que no excluye las inevitables adherencias que dejaron los variados pueblos árabes, pero sobre todo norte-africanos, que bajo la bandera sometedora del Islam, dominaron su ciudad, nacida a la civilización y a la Historia, como romana, nueve centurias antes de que llegara Tariq y su lugarteniente el-Rumí. De la Córdoba prehistórica, o sea, antes de la romanización, sólo hay testimonios arqueológicos. Las primeras noticias de un poblado indígena llamado Corduba, se sitúan en el período del Bronce.

Hay que decir que, a pesar de las modas de los nacientes nacionalismos dividentes de la España de las Autonomías -que según pasa el tiempo nos rememoran más los Taifas pos califales-, unido a la moda impuesta por la reinante progresía de revisionar y acomodar la Historia a los intereses de sus sensibilidades ideológicas, es imposible tachar, de la historia de Córdoba, el hecho objetivo de su fundación como ciudad romana.

La Mezquita es una joya formidable, Medina Azahara quedará lo mejor que se pueda, cuando este reconstruido el puzle del destrozo a conciencia de los hermanos de religión norte-africanos y del profuso asalto, no sólo a los sillares y columnas para la Giralda almohade, sino de acopio, durante siglos, para la construcción de basílicas, casas de recreo o reconstrucción de viviendas “antiguas”, para caprichosos exquisitos, por el barrio judío del entorno de la Mezquita. No hay casa en la que no se exhiba con orgullo, restos de columnas y capiteles procedentes de lo que algunos iletrados llamaban “Córdoba la vieja”. La Mezquita y Medina Azahara, sin duda, admirados y queridos legados arquitectónicos del al-Ándalus que merecen ser cuidados con cariño y respeto; pero no son la síntesis de la historia total de Corduba, Qurtuba, Córdoba. A pesar del largo periodo de tiempo de presencia musulmana en España, posiblemente seamos el único pueblo que, habiendo sido conquistado por el Islam, lo ha expulsado y no ha perdido su identidad original. A los de al-Qaida y compañía, este hecho les resulta insoportable. No es una simple travesura más o menos retórica, es una amenaza.

En absoluto estoy en contra de que se cuide, cultive y conozca la herencia musulmana de España. En este mismo blog el lector podrá encontrar algunos posts dedicados a los Omeyas cordobeses. Ningún pueblo que se precie puede, objetivamente, borrar su pasado. No se puede ir contra la historia, lo que nada tiene que ver con la subjetiva y libérrima memoria histórica de cada uno; que es un atributo de los individuos. Pero esa es otra batalla para la retórica política. Resulta, no ya suicida, sino empalagosa, tanta propaganda manipuladora del llamado Legado Andalusí, construido sobre las románticas quimeras de un al-Ándalus de “las mil y una noches”, a costa de ignorar nuestras raíces. No se trata de entablar un estéril combate dialéctico de Hispania contra al-Ándalus, sino de emplazar, con ayuda de la razón, cada cosa en su sitio. Deben estar todos los que son.

El fin de la estirpe Omeya fue también el fin de Qurtuba. Como ha dicho el profesor Vidal (UCO), “el califato y la dinastía Omeya se precipitaron al vacío desde la cumbre más alta, tras casi tres siglos de esplendor”. Desde la abolición del califato en 1031, hasta la conquista de la ciudad por las tropas cristianas en 1236, Córdoba estuvo más de dos siglos empobrecida, humillada, ignorada por todos:"lejana y sola". Finalmente, 525 años bajo dominación musulmana, de los que sólo la mitad fue para los Omeyas, el resto, otra cosa. Antes, más de 600 años de romanización occidental, más 200 de romanización oriental. Quizá ahora se la quiera “redimir”, ignorando sus raíces romanas y a su fundador Claudio Marcelo, recreando un mitológico nuevo califato que una a toda el orbe musulmán. Eso supondría devastar las cuatro columnas de Córdoba: Séneca, Osio, Averroes y Maimónides (Las cuatro columnas de Córdoba, Julio Merino, Real Academia de Córdoba, 1977). Espero que ni los cordobeses en particular, ni los españoles en general, pasen por alto, por muchas consejeras junteras o ministras del Estado Central que se extasíen ante un Legado Andalusí recargado y retórico, cuando no dialéctico.

Después de la catástrofe más arriba descrita, al-Ándalus y su estado cordobés omeya, se desmembró en fugaces reinos de taifas que nacieron del despojo del califato. A partir de entonces, y durante 461 años -bastante más que los 276 años del gobierno omeya- fue un continuo derrumbe de la presencia musulmana en la Península.

Y también a Andalucía han llegado los problemas que acarrea el nacionalismo identitario. La revisión histórica suele ser una de las fórmulas a las que suelen recurrir los nacionalistas para consagrar su identidad. Basta con navegar por Internet, a la búsqueda de la palabra al-Ándalus, para quedarse pasmado y llevarse las manos a la cabeza, a la vista de la cantidad de fantasías y mediocridades históricas que se exponen como consignas ideológicas de lucha y conquista, que nada tienen que ver con la divulgación de la historia. No son historia, son ideologías combatientes.

Y para decires, los de Antonio Gramsci –guía y norte de intelectuales progres-: “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. El deseo de identidad étnica sólo se manifiesta y se convierte en dominante en las formaciones socio políticas donde el Estado se debilita y parece perder su carácter nacional, es decir universal. Reconozco que tengo serias dudas sobre el invento de las Autonomías, intencionadamente instauradas sin techo competencial, sagazmente a la medida para “tranquilizar” a los nacionalistas. Para más detalles sobre el particular, el lector puede encontrar un post, en este mismo blog, donde opino sobre esta controvertida cuestión.

El israelí Ely Karmon, investigador del prestigioso Instituto Internacional Herzliya (Israel), para la lucha contra el terrorismo, participó el pasado día -17-11-08- en un seminario organizado en Madrid por la Fundación Ortega y Gasset y el Real Instituto Elcano. Karmon recuerda que la cuestión de al-Ándalus es prioritaria para al-Qaida, que acoge a muchos ciudadanos marroquíes y argelinos entre sus miembros. Karmon advierte: "Múltiples han sido las amenazas, y hay que recordar que el vídeo-testamento de uno de los pilotos saudíes del 11-S norteamericano, hacía expresa mención (durante dos minutos) a extender la Yihad a al-Ándalus antes que a Palestina”. No es este el único testimonio que se ha publicado en todos los medios sobre el objetivo de “reconquistar” al-Qaida, su añorada al-Ándalus.

Todo esto es una situación marcada por el agravamiento de la crisis de modernidad que vivimos, que no tiene más que efectos negativos. Desgraciadamente el nacionalismo no es la única manifestación de esta crisis. Sólo es la expresión de una de las numerosas obstrucciones apreciables, por otra parte, en todos los campos: político, social, económico y cultural, en muchas partes del mundo, como una paradoja dramática entre mundialización y tribu. El filósofo Carlos Thiebaut resume la situación de forma clara: “Los conflictos de las últimas décadas tienen que ver con las marcas de identidad en términos nacionales, religiosos y de género. Durante la segunda mitad del XX, paradójicamente, se produce un incremento de las demandas identitarias, después de que se fijaran los derechos humanos, que nacen de una visión universalista”.

Veamos lo que dice el fino olfato de un poeta andaluz. Decía Vicente Núñez que “el andaluz es Roma viva”. Vicente Núñez es uno de los más importantes poetas andaluces de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Aguilar de la Frontera, Córdoba, en 1926; lo reconoció como hijo predilecto. Falleció en el año 2002. Estuvo vinculado al grupo de poetas Cántico y a la revista Caracola –es la Córdoba de los años 50-. Premio Nacional de Crítica en 1984 con su Ocaso Poley. Medalla de Plata de las letras andaluzas en 1990. No trato de hacer aquí su biografía completa ni tampoco una reseña de su obra. Sería una osadía por mi parte. Pero conservo todavía el recorte de la reveladora entrevista que le hizo Juan María Rodríguez en la edición andaluza del periódico El Mundo, de 8 de agosto de 2000.

Núñez se acuerda de sus irrepetibles amigos Molina, Bernier y Baena, porque dice que “ya no hay gente así”. No echa de menos otras cosas de la patria chica, posiblemente porque no le gustan. Núñez fue un hijo díscolo de la rica burguesía agraria andaluza. Dice el periodista que Núñez tiene especial capacidad para la “pirotecnia verbal, para la acuñación de aforismos”. Vicente Núñez es especialmente sensible a la cuestión de las Autonomías y le dice al periodista: “la autonomía no nos ha dejado nada: los políticos no saben nutrirse de lo hondo. Los políticos sólo saben abastecerse de lo superficial”. Y aquí viene su mejor andanada sobre los políticos, dicha sin respeto a lo políticamente correcto: “Nos inundan con su orientalismo exagerado de Sherezade, pero Andalucía está necesitando otra vez una Tartessos que nos limpie de la mierda de tanto marraneo sacro-árabe….El andaluz es Roma viva. Necesitamos que nos limpien de ese arabismo que se inventaron los viajeros románticos para vender un pre-turismo”.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El olvido intencionado de etapas incómodas del pasado como herramienta de la revisión histórica


Cuál es la raíz de Córdoba, ¿romana o mora? Puede parecer una pregunta tonta. Pero no, la pregunta tiene su por que. En general se piensa que es una ciudad cuyas raíces, rasgos y forma de vida, corresponden a una ciudad occidental, europea. Pero si uno se fija en los folletos publicitarios comúnmente existentes para atraer turistas, en las “puesta en valor” del poder político, tanto local como autonómico, si te dejas llevar por los reclamos que exhibe la ciudad, parece como si todo hubiera empezado en 711 con Tariq y su lugarteniente el-Rumí. Si añadimos al panorama los sobrevenidos habitantes vestidos a la usanza mora, bien sean conversos o inmigrados, te puede asaltar la duda de que, si se empeña la propaganda, acabará siendo mora. En conjunto se percibe un nostálgico regustillo a, como dice la copla: Córdoba la sultana, Córdoba mora.

Cabe la esperanza de que algunos visitantes, más puestos en “cultura de la buena”, probablemente conozcan que Córdoba se asienta sobre cuatro robustas columnas: Séneca, Osio, Averroes y Maimónides: Lo dijo Julio Merino, que distribuyó equitativamente la cosa en el año 1977, en su Academia de Córdoba. Naturalmente que en la galería de hombres ilustres –no tengo noticias de alguna mujer, ni tampoco soy misógino-, hay para dar cantidad; no sólo Julio Romero de Torres, cuya pintura me entusiasma. Cuando voy de visita a Córdoba, no pierdo ocasión de pasar por su fascinante Museo, frente al Potro de Cervantes. Ni sólo Manolete –ojo, el califa, no el cesar-, que tuve ocasión de verlo, de la mano de mi padre, no sé cuantos años hace, en el derruido Coso de los Tejares, donde hoy está El Corte Inglés –sin ánimo de hacer propaganda, ni lo contrario.

Como digo, dejándose llevar por la propaganda dominante, a uno le parece que la historia de Córdoba es sólo Andalusí. Aunque con alguna reserva, de parte de los entusiastas del Legado, los puros, en lo referente a los Omeyas; a fin de cuentas, impuros neo bizantinos, malos musulmanes, borrachos de vino de Monte de Ullia (Montilla). Montilla y su famoso vino ya existían cuando andaban por Qurtuba los Omeyas, que por cierto supieron apreciarlo.

Pero lo que sí emborracha es la exclusiva abundancia, en toda Andalucía, de lo almohade y lo nazarí. Las estampas privilegiadas son la Alhambra y la Giralda. La culpa no se la podemos echar, a aquellos viajeros románticos, escritores, poetas, músicos, que en el pasado tanto promocionaron esos manidos rincones y escenas de nuestro pasado, que miraban el paisaje con anteojeras afectadas. No sería justo. Son expresión libre del arte. Pero, ¿eso es todo, no hay nada que añadir?

Parece increíble que haya que recordar ciertas cosas. Porque Córdoba, fue una fundación romana. Lo hizo Marco Claudio Marcelo, en 152 a.C., para la que adoptó el nombre primitivo con el que era conocido un poblado indígena junto al que instalaron su campamento: Corduba. Después, Corduba, siguió siendo romana cerca de 8 centurias. El currículo de Claudio Marcelo, el fundador –o como se dice en latín, el cursus honorum- era brillante: pontífice, tribuno de la plebe, pretor, cónsul por tres veces, senador y consular diplomático. Fundó una ciudad para la civilización occidental, sobre la nada. A los que vinieron detrás sería justo que, históricamente, se les requiera el saldo entre lo recibido y lo aportado.

Después vino un torrente de alma civilizadora: lengua universal, leyes, acueductos, puentes, caminos, formas políticas, genio práctico y organizador y todo lo que sabía de filosofía, arte y ciencia. Y la tierra dio sus frutos. Quiero suponer que estamos orgullosos de Trajano, Adriano, los dos Sénecas, y Lucano, no sólo porque hubieran nacido en Corduba. Dice el ideólogo, escritor y profesor español, Ernesto Giménez Caballero (1899-1988), que “Córdoba sería la ciudad imperial por excelencia en la historia de España hasta que Toledo le arrancara un día ese título bajo el catolicismo”. El saldo del tiempo es también favorable a la Corduba romana, frente a Qurtuba musulmana: 600 años de romanización occidental, más 200 años de romanización oriental bizantina; frente a 525 años bajo dominación musulmana, de los que sólo la mitad fueron para los Omeyas; el resto, es otra cosa. Total, mucha mediática de los tiempos que corren.

Frente a esa realidad objetiva de la historia, nada que ver con la memoria histórica que cada uno tenga o le hayan "educado", resulta insólito comprobar que las huellas arquitectónicas romanas que se pueden ver hoy día, en la Córdoba del siglo XXI, son desproporcionadamente pobres en su exhibición y poco representativas de su portentoso pasado romano.

Porque también a Andalucía han llegado los problemas que acarrea el nacionalismo identitario. Hay que decirlo; finalmente el Estado de la Autonomías ha generado una plaga contagiosa. Basta con navegar por Internet, a la búsqueda de la palabra al-Ándalus, para quedarse pasmado y llevarse las manos a la cabeza, a la vista de la cantidad de fantasías y mediocridades históricas que se exponen como consignas ideológicas de lucha y conquista, que nada tienen que ver con la divulgación de la historia. No son historia, son ideologías combatientes. Se fabrican falsas identidades como si fueran atributos categóricos. En el fondo, constituye un claro proceso de intención de dominio de una comunidad por otra.

Profesionalmente soy un economista, que desde su jubilación disfruta indagando y escribiendo sobre casi todo lo que se mueve en la actualidad de nuestro mundo. Inevitablemente se cae en la cuenta que para poder entender el presente hay que recurrir a la historia. Son muchas las lecciones pendientes que se descubren. Y en eso estoy; convertido en una aficionado de la historia, que se da cuenta que la mejor manera de aprender algo es escribirlo al hilo de su propia reflexión.

Cualquiera que haya vivido en Córdoba, como yo, acaba por contagiarse del ambiente de las mil y una noches de ciertos grupos dominantes de intelectuales, políticos y demás medios locales, especialmente de izquierdas. Tengo cosas escritas sobre Qurtuba y los Omeyas. Pero desde hace tiempo se me quedó clavada la espina que deja descubrir el peligro que representan los olvidos intencionados o inconscientes. ¿Pero entonces Roma? Ahora puedo. Me puse a escribir con el propósito de aclararme las ideas, a mí mismo. El resultado, por ahora, ha sido una quincena de páginas, en las que intento poner orden en la historia de Corduba, pero no sólo. Ha sido inevitable que resulte una especie de ensayo crítico sobre el injusto olvido con que las fuerzas dirigentes, intelectuales orgánicos y demás, tienen condenado el pasado fundacional de la ciudad. Se trata de algo más que una calle a Claudio Marcelo y al gran benefactor de la ciudad que fue Augusto.

Estas líneas son una reseña de esa quincena de páginas, con las que propongo romper una aventurada lanza en pro de la Córdoba romana. Las he titulado El abandono de la raíz romana de Córdoba, que he dividido en seis partes, que iré postando en este blog personal sucesivamente. Los títulos de dichos capítulos son los siguientes:

1. El estremecimiento del presente
2. La fundación: de las sombras al albor
3. Los hechos de la Corduba romana
4. La vuelta al crepúsculo
5. Muñones y reliquias
6. Siguiendo el rastro.

Espero que esta serie sea un buen augurio para la inauguración de este nuevo blog que me propongo gestionar con el depurador nombre de: aguacorriente, por aquello del dicho popular, “mierda no consiente”. Quizás a algún alma sensible le resulta una expresión destemplada; me disculpo. Pero aclara meridianamente lo que pretendo.
Francisco J. Manso
Economista, escritor