Roma creó una gran ciudad sobre un nombre indígena: Corduba. A las admirables formas de piedra inanimada, le insufló una poderosa alma civilizadora: lengua universal, leyes, acueductos, puentes, caminos, formas políticas, genio práctico y organizador y todo lo que sabía de filosofía, arte y ciencia. ¡Qué gran semilla, qué gran tierra abonada, qué gran heredad para quienes la aprehendieron! ¡Quién supiera descifrar el saldo entre recibido y aportado, entre progreso o descenso, entre aumento o merma! Demasiada faramalla para saberlo. Francisco J. Manso