No creo que haya muchos cordobeses que duden de que su forma de vida social, política y cultural, actual, sea occidental, y que, sobre todo, esté impregnada de la herencia básicamente cristiano romana, lo que no excluye las inevitables adherencias que dejaron los variados pueblos árabes, pero sobre todo norte-africanos, que bajo la bandera sometedora del Islam, dominaron su ciudad, nacida a la civilización y a la Historia, como romana, nueve centurias antes de que llegara Tariq y su lugarteniente el-Rumí. De la Córdoba prehistórica, o sea, antes de la romanización, sólo hay testimonios arqueológicos. Las primeras noticias de un poblado indígena llamado Corduba, se sitúan en el período del Bronce.
Hay que decir que, a pesar de las modas de los nacientes nacionalismos dividentes de la España de las Autonomías -que según pasa el tiempo nos rememoran más los Taifas pos califales-, unido a la moda impuesta por la reinante progresía de revisionar y acomodar la Historia a los intereses de sus sensibilidades ideológicas, es imposible tachar, de la historia de Córdoba, el hecho objetivo de su fundación como ciudad romana.
La Mezquita es una joya formidable, Medina Azahara quedará lo mejor que se pueda, cuando este reconstruido el puzle del destrozo a conciencia de los hermanos de religión norte-africanos y del profuso asalto, no sólo a los sillares y columnas para la Giralda almohade, sino de acopio, durante siglos, para la construcción de basílicas, casas de recreo o reconstrucción de viviendas “antiguas”, para caprichosos exquisitos, por el barrio judío del entorno de la Mezquita. No hay casa en la que no se exhiba con orgullo, restos de columnas y capiteles procedentes de lo que algunos iletrados llamaban “Córdoba la vieja”. La Mezquita y Medina Azahara, sin duda, admirados y queridos legados arquitectónicos del al-Ándalus que merecen ser cuidados con cariño y respeto; pero no son la síntesis de la historia total de Corduba, Qurtuba, Córdoba. A pesar del largo periodo de tiempo de presencia musulmana en España, posiblemente seamos el único pueblo que, habiendo sido conquistado por el Islam, lo ha expulsado y no ha perdido su identidad original. A los de al-Qaida y compañía, este hecho les resulta insoportable. No es una simple travesura más o menos retórica, es una amenaza.
En absoluto estoy en contra de que se cuide, cultive y conozca la herencia musulmana de España. En este mismo blog el lector podrá encontrar algunos posts dedicados a los Omeyas cordobeses. Ningún pueblo que se precie puede, objetivamente, borrar su pasado. No se puede ir contra la historia, lo que nada tiene que ver con la subjetiva y libérrima memoria histórica de cada uno; que es un atributo de los individuos. Pero esa es otra batalla para la retórica política. Resulta, no ya suicida, sino empalagosa, tanta propaganda manipuladora del llamado Legado Andalusí, construido sobre las románticas quimeras de un al-Ándalus de “las mil y una noches”, a costa de ignorar nuestras raíces. No se trata de entablar un estéril combate dialéctico de Hispania contra al-Ándalus, sino de emplazar, con ayuda de la razón, cada cosa en su sitio. Deben estar todos los que son.
El fin de la estirpe Omeya fue también el fin de Qurtuba. Como ha dicho el profesor Vidal (UCO), “el califato y la dinastía Omeya se precipitaron al vacío desde la cumbre más alta, tras casi tres siglos de esplendor”. Desde la abolición del califato en 1031, hasta la conquista de la ciudad por las tropas cristianas en 1236, Córdoba estuvo más de dos siglos empobrecida, humillada, ignorada por todos:"lejana y sola". Finalmente, 525 años bajo dominación musulmana, de los que sólo la mitad fue para los Omeyas, el resto, otra cosa. Antes, más de 600 años de romanización occidental, más 200 de romanización oriental. Quizá ahora se la quiera “redimir”, ignorando sus raíces romanas y a su fundador Claudio Marcelo, recreando un mitológico nuevo califato que una a toda el orbe musulmán. Eso supondría devastar las cuatro columnas de Córdoba: Séneca, Osio, Averroes y Maimónides (Las cuatro columnas de Córdoba, Julio Merino, Real Academia de Córdoba, 1977). Espero que ni los cordobeses en particular, ni los españoles en general, pasen por alto, por muchas consejeras junteras o ministras del Estado Central que se extasíen ante un Legado Andalusí recargado y retórico, cuando no dialéctico.
Después de la catástrofe más arriba descrita, al-Ándalus y su estado cordobés omeya, se desmembró en fugaces reinos de taifas que nacieron del despojo del califato. A partir de entonces, y durante 461 años -bastante más que los 276 años del gobierno omeya- fue un continuo derrumbe de la presencia musulmana en la Península.
Y también a Andalucía han llegado los problemas que acarrea el nacionalismo identitario. La revisión histórica suele ser una de las fórmulas a las que suelen recurrir los nacionalistas para consagrar su identidad. Basta con navegar por Internet, a la búsqueda de la palabra al-Ándalus, para quedarse pasmado y llevarse las manos a la cabeza, a la vista de la cantidad de fantasías y mediocridades históricas que se exponen como consignas ideológicas de lucha y conquista, que nada tienen que ver con la divulgación de la historia. No son historia, son ideologías combatientes.
Y para decires, los de Antonio Gramsci –guía y norte de intelectuales progres-: “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. El deseo de identidad étnica sólo se manifiesta y se convierte en dominante en las formaciones socio políticas donde el Estado se debilita y parece perder su carácter nacional, es decir universal. Reconozco que tengo serias dudas sobre el invento de las Autonomías, intencionadamente instauradas sin techo competencial, sagazmente a la medida para “tranquilizar” a los nacionalistas. Para más detalles sobre el particular, el lector puede encontrar un post, en este mismo blog, donde opino sobre esta controvertida cuestión.
El israelí Ely Karmon, investigador del prestigioso Instituto Internacional Herzliya (Israel), para la lucha contra el terrorismo, participó el pasado día -17-11-08- en un seminario organizado en Madrid por la Fundación Ortega y Gasset y el Real Instituto Elcano. Karmon recuerda que la cuestión de al-Ándalus es prioritaria para al-Qaida, que acoge a muchos ciudadanos marroquíes y argelinos entre sus miembros. Karmon advierte: "Múltiples han sido las amenazas, y hay que recordar que el vídeo-testamento de uno de los pilotos saudíes del 11-S norteamericano, hacía expresa mención (durante dos minutos) a extender la Yihad a al-Ándalus antes que a Palestina”. No es este el único testimonio que se ha publicado en todos los medios sobre el objetivo de “reconquistar” al-Qaida, su añorada al-Ándalus.
Todo esto es una situación marcada por el agravamiento de la crisis de modernidad que vivimos, que no tiene más que efectos negativos. Desgraciadamente el nacionalismo no es la única manifestación de esta crisis. Sólo es la expresión de una de las numerosas obstrucciones apreciables, por otra parte, en todos los campos: político, social, económico y cultural, en muchas partes del mundo, como una paradoja dramática entre mundialización y tribu. El filósofo Carlos Thiebaut resume la situación de forma clara: “Los conflictos de las últimas décadas tienen que ver con las marcas de identidad en términos nacionales, religiosos y de género. Durante la segunda mitad del XX, paradójicamente, se produce un incremento de las demandas identitarias, después de que se fijaran los derechos humanos, que nacen de una visión universalista”.
Veamos lo que dice el fino olfato de un poeta andaluz. Decía Vicente Núñez que “el andaluz es Roma viva”. Vicente Núñez es uno de los más importantes poetas andaluces de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Aguilar de la Frontera, Córdoba, en 1926; lo reconoció como hijo predilecto. Falleció en el año 2002. Estuvo vinculado al grupo de poetas Cántico y a la revista Caracola –es la Córdoba de los años 50-. Premio Nacional de Crítica en 1984 con su Ocaso Poley. Medalla de Plata de las letras andaluzas en 1990. No trato de hacer aquí su biografía completa ni tampoco una reseña de su obra. Sería una osadía por mi parte. Pero conservo todavía el recorte de la reveladora entrevista que le hizo Juan María Rodríguez en la edición andaluza del periódico El Mundo, de 8 de agosto de 2000.
Núñez se acuerda de sus irrepetibles amigos Molina, Bernier y Baena, porque dice que “ya no hay gente así”. No echa de menos otras cosas de la patria chica, posiblemente porque no le gustan. Núñez fue un hijo díscolo de la rica burguesía agraria andaluza. Dice el periodista que Núñez tiene especial capacidad para la “pirotecnia verbal, para la acuñación de aforismos”. Vicente Núñez es especialmente sensible a la cuestión de las Autonomías y le dice al periodista: “la autonomía no nos ha dejado nada: los políticos no saben nutrirse de lo hondo. Los políticos sólo saben abastecerse de lo superficial”. Y aquí viene su mejor andanada sobre los políticos, dicha sin respeto a lo políticamente correcto: “Nos inundan con su orientalismo exagerado de Sherezade, pero Andalucía está necesitando otra vez una Tartessos que nos limpie de la mierda de tanto marraneo sacro-árabe….El andaluz es Roma viva. Necesitamos que nos limpien de ese arabismo que se inventaron los viajeros románticos para vender un pre-turismo”.