viernes, 24 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD


Feliz Navidad para los amigos que son conscientes de lo que celebramos los cristianos esta Noche Buena de 2010.

jueves, 26 de noviembre de 2009

SIGUIENDO LOS RASTROS (y VI)

Para rematar este trabajo, me propongo referirme a los yacimientos romanos, más o menos “puestos en valor” –más bien menos- y generalmente poco difundidos en catálogos y propaganda turística, preferentemente dedicada, en exclusiva, al folclore andalusí. Querido lector, haz tu mismo una prueba para salir de dudas. Entra en Internet con la palabra clave, Córdoba. El resultado es generoso en sitios que invitan a visitar la ciudad de…los califas –por cierto, perseguidos, aniquilados y “excomulgados” por los integristas del turbante negro de entonces, por malos musulmanes-. Suelen aparecer links que ofrecen contestar a la pregunta: ¿qué visitar? Haga clic con su ratón y vea el resultado. Parece como si la historia de esa ciudad hubiera empezado en 711. Se percibe un nostálgico regustillo a, como dice la copla: Córdoba la sultana, Córdoba mora. Aunque algunos poemas, poco usados, hablan de Córdoba primero romana y luego mora, y mañana…., un enigma. Todos contentos. Los de dentro están habituados y lo ven normal. A los de fuera les parece exótico, romántico, interesante. Es turismo de paso. Estamos en un mundo mediático: lo que no sale en los medios, especialmente en TV -y últimamente también en la red de redes-, no existe.

Puede que pronto asistamos a la ceremonia de “devolución” de las llaves de las casas de los moriscos expulsados. Y andando el tiempo, a la creación de una nueva autonomía de la nueva España plural: El Reino Nazarí de Granada. De este modo ya tendremos tres reinos: el Reino de España, a extinguir; el Reino de Navarra, casi ultimado; el Reino de Nazarí de Granada. Luego vendrán los demás reinos. Y aquí tengo una duda; ¿lo siguientes serán el rescate de los reinos cristianos o de los reinos de taifas? Amigos lectores, estamos consiguiendo aprender a manejar la Máquina del Tiempo, hacia el pasado. Lo nunca visto.

Anfiteatro romano

Uno de los últimos descubrimientos realizados en la capital es el anfiteatro romano, reservado para los espectáculos sangrientos de gladiadores y fieras con capacidad para 30.000 espectadores, situado en la parte trasera del actual Rectorado de la Universidad de Córdoba. Se trata de un gran proyecto de investigación liderado por la Universidad de Córdoba con la participación de varios centros académicos europeos. En sus restos se trabajaba desde hace más de un lustro. El edificio se construyó en una zona situada a extramuros de la ciudad de Córdoba, que en la época romana terminaba en lo que hoy es la Puerta de Gallegos. Los investigadores creen que se empezó a construir alrededor de los años 40 y 50 d.C., entre los reinados de los emperadores Tiberio y Claudio. Se trataba de un anfiteatro de grandes dimensiones que evidenciaba la importancia y la población que tuvo Córdoba en aquel momento, ya que un edificio de este tamaño sólo se podía construir para una gran ciudad.

Templo romano

Con ocasión de la obras de ampliación del Ayuntamiento de la ciudad, allá por los años 50 del siglo pasado, aparecieron los restos de un gran templo romano. No es el único templo que tuvo Corduba, pero posiblemente el más importante. Eso sí, el único conocido por excavación accidental. Su construcción se comenzó durante el reinado del emperador Claudio, el sucesor de Calígula (41-54 d.C.) y se terminó, unos cuarenta años después, durante el reinado del emperador Domiciano (81-96 d.C.).

Durante muchos años ha sido casi el único vestigio romano de consideración que se podía visitar en Córdoba. Desde el siglo XVI los restos de esta zona conocida como de "Los Marmolejos" se venían atribuyendo, sin discusión, al anfiteatro, como había dicho Ambrosio de Morales. En 1951 comenzaron excavaciones por Samuel de los Santos –entonces director del Museo Arqueológico- y F. Hernández. A partir de 1958 Bellido lo estudió en profundidad, relacionando los restos con materiales y datos dispersos, lo que le llevó a la conclusión de que se trataba de un templo dedicado al culto imperial dentro del foro, en conexión con terrazas (el lugar está en una privilegiada altura) y con el llamado circo oriental a su pie.

Puente romano

Una vez más aparece el emperador Augusto como benefactor del desarrollo urbanístico de Corduba. El conocido y popular Puente Romano, verdadero signo de identidad de la ciudad, también fue mandado a construir por Cesar Augusto Octaviano (de joven Cayo Octavio) en el siglo I d.C., para completar el importante acceso de la Vía Augusta. Ocupa el emplazamiento que esta civilización le dio originalmente, y a pesar de sus sucesivas transformaciones este elemento arquitectónico sigue conservando, más o menos, su fisonomía original. Originalmente tuvo 17 arcos, de los que en la actualidad quedan 16, de los que solo dos mantienen su forma de fábrica original. Recientemente he podido comprobar que se ha llevado a cabo una limpieza a fondo y no sabría decir cómo ha afectado a la estructura original.

Acueductos romanos

Una prueba de que la Corduba romana llego a tener una gran envergadura urbana, es que fueron construidos dos acueductos para atender las amplias necesidades de muchas viviendas con servicio, termas y fuentes públicas. El primero, de la época de Augusto, con el nombre de Aqua vetus Augusta, en gran parte subterráneo. El segundo, construido en tiempos de Tito Flavio Domiciano, 81-96 d.C., conocido como Aqua Nova Domitiana Augusta, del que, al parecer, quedan algunos tramos originales.

Palacio de Maximiliano Hercúleo

Este yacimiento es conocido como Yacimiento Arqueológico de Cercadilla, descubierto con ocasión de las obras de construcción de la nueva estación para el Ave, en el año 1991. Según unos, se trata de un palacio mandado a construir por el emperador Maximiliano Hercúleo, por los años 293-305. En el siglo VI se utilizó como templo de culto cristiano, incluso durante el periodo islámico. Con ocasión del saneamiento del yacimiento se descubrieron las tumbas de los obispos Lampedio y Samson. Pero otros especialistas, como los arqueólogos Corzo Sánchez y Marfil Ruíz, discrepan de lo dicho anteriormente, para afirmar que se trató de un edificio mandado a construir por el Obispo Osio en honor de San Acisclo, primer mártir cristiano -junto a su hermana Victoria- de la ciudad de Córdoba, durante la persecución del año 202 del emperador Septimo Severo, estando de pretor Dión. En las proximidades del río, se construyo un monasterio en honor de estos mártires, compatronos de Córdoba, llamado de los Santos Mártires, hoy desaparecido.

Mausoleo romano

En el año 1993, con ocasión de realización de unas “catas” arqueológicas, por donde pasaba la vía que unía Corduba con Híspalis (Sevilla), se descubrió, en los hoy llamados Jardines de la Victoria que, en contra de lo que pudiera parecer, deben su nombre a que en la zona estuvo el hoy desaparecido Convento de Nuestra Señora de la Victoria. El Mausoleo es un monumento funerario, de forma cilíndrica, forma nada usual en Hispania. Se construyo frente a la, en su tiempo, llamada Porta Principalis Sinistra y posteriormente, en época cristiana, llamada Puerta de Gallegos. Es semejante a otros del siglo I d.C. dados en Italia. Precisamente, tomando como referencia esos mausoleos italianos, se ha podido reconstruir, siguiendo las trazas halladas en el yacimiento. Está formado por una cámara funeraria que cobijaba una urna. Por sus dimensiones debió pertenecer a una familia de gran influencia en su época.

Muralla romana

Las murallas romanas cumplían, en general, dos servicios básicos. El primero el militar-protector con la función de defender la ciudad de los ataques enemigos u otras contingencias de diferente naturaleza; y el segundo, el marco de referencia dentro del cual se desarrollan los servicios de atención a sus habitantes. Casi todas las ciudades amuralladas romanas lo hacían según unas pautas muy estrictas. En general, salvo condicionamientos propios de cada topografía particular, las ciudades formaban un conjunto rectangular, compuesto de una serie de módulos iguales, paralelos y equidistantes, separados por calles, todo ello rodeado por murallas de unos tres metros de altura, jalonadas, de tramo en tramo, por torres de vigilancia de unos cinco metros de altura. Las calles eran todas iguales, excepto las dos centrales, que eran más anchas y se cruzaban en forma de cruz. Una iba de norte a sur, llamada kardo maximus, y la otra, de este a oeste llamada decumanus.

Desde el momento de la fundación de Corduba, 152 a.C., y teniendo en cuenta tanto la importancia geoestratégica del emplazamiento, como la categoría de cuartel central, es razonable pensar que la ciudad debió contar, desde el principio, con murallas protectoras. Cronológicamente este sería el primer recinto amurallado de Corduba, que hay que decir que correspondía a una superficie apreciablemente mayor que la mayoría de las colonias de su época, incluso semejante a algunas ciudades italianas.

Pocos son los restos conservados de la muralla romana en Córdoba. La muralla fue repetidamente reconstruida en la Edad Media, así como en épocas posteriores, lo cual hace difícil reconocer las trazas romanas en los pocos fragmentos conservados. De esos pocos trozos de muralla visibles –algunos expertos le llaman “lienzos”; un lienzo es un trozo de tela usado para las artes pictóricas-.los arqueólogos parecen afirmar que los verdaderamente romanos son, la torre de la Puerta del Rincón y otro en la calle Cairuán –fruto de un hermanamiento con una ciudad de Túnez-, donde está el monumento a Averroes. Estos vestigios corresponderían a lo que era la muralla norte, de la que se conservan tramos sueltos, bajo algunos edificios de la Ronda de los Tejares. Es digno de alabanza el cuidado y mimo con el que algunos edificios han respetado esos hallazgos, dejándolos a la vista detrás de cristales iluminados para facilitar su contemplación –caso de la sede de CajaSur-.

Después de la derrota de los pompeyanos en Munda, perpetrada por Julio Cesar, éste se dirigió a las Murallas de Corduba y las sometió a una dura prueba que no pudieron superar. Cesar no dejó piedra sobre piedra, vengándose así del partidismo cordubense claramente manifestado a favor de sus enemigos pompeyanos. Después del asesinato del Cesar, le sucede su sobrino-nieto Cesar Augusto Octaviano.

Y precisamente Augusto se convierte en el gran benefactor de Corduba, favoreciéndola con una reforma memorable. Además de nombrarla capital de la Bética, duplica el perímetro de las murallas hasta el límite del río Betis (Guadalquivir), con lo que da comienzo la época de las grandes construcciones. De tal modo que, no hay nuevas construcciones de indudable valor, que no lleven el apelativo de augusta. Así llaman los expertos a esta notable ampliación de las murallas: ampliación “augustea”. Nacen, por necesidad, dos puertas más a añadir a las cuatro tradicionales existentes: la de la Pescadería y la Puerta del Puente.

Uno se pregunta, que no es ni popular ni optimates, como es lógico ser en el comienzo del siglo XXI, ¿dónde está el monumento de homenaje a Augusto de los cordobeses, como prueba de gratitud por su indudable apoyo al engrandecimiento de Corduba? He vivido en Córdoba más de 20 años, pero, humildemente confieso que, todavía no me he enterado dónde está, entre tantas y tantas estatuas dedicadas a todos los personajes que han tenido que ver con la gloria y la fama de la ciudad. ¿Será que, todavía los cordobeses actuales, se sienten optimates –pompeyanos-? Esto parece una broma.

Embarcadero romano en el rio Betis (Guadalquivir), entonces navegable

En la época romana, el Guadalquivir –entonces Betis- era navegable desde Corduba hasta el Océano Atlántico. La aparición de una inscripción funeraria, a nombre de Pompeia Sptumilia, fallecida a los 16 años, al parecer, trabajaba para el gremio de barqueros, lo acredita. Esta referencia supuso una confirmación de la existencia de una actividad económica reveladora. Teniendo en cuanta tanto la circunstancia de la navegabilidad del rio y la importancia estratégica de la ciudad, centro de importantes transacciones económicas, tiene sentido aceptar la existencia de un lugar para el flete de mercancías, como punto de partida hacia el sur. Dadas las condiciones de lugar y espacio, parece razonable hablar de embarcadero más que de puerto.

Museo Arqueológico Provincial de Córdoba

En este caso se podría decir que las muestras más sobresalientes y valiosas son las de la época romana. Sin duda uno de los más atractivos, en su materia, en nuestro país. El Museo alberga importantes colecciones procedentes de diferentes yacimientos de la provincia de Córdoba. Los patios romanos del Museo nos permiten gozar con la contemplación de abundantes vestigios de esa época, incluyendo magníficas piezas escultóricas, mosaicos, documentos epigráficos, restos de elementos arquitectónicos, etc. Algunos de ellos, por su especial calidad, son dignos de figurar en los más exigentes compendios de Arte, como es el caso de varios de los mosaicos, el sarcófago paleocristiano excavado en El Brillante, esculturas de togados, etc. En el propio Museo, en uno de sus patios, se conservan los restos de una escalinata de época romana que en tiempos pasados motivó importantes controversias sobre su funcionalidad. Con el descubrimiento reciente del edificio del teatro, en un solar anexo al Museo, que en los momentos que escribo estas líneas estaba en proceso de excavación, acredita su vinculación a la estructura de ese edificio público. Es de prever que en un plazo, más o menos breve, el visitante del Museo pueda tener acceso a los restos que se conservan del teatro.

Recientemente el Museo se ha enriquecido con una escultura romana que simboliza el poder de Augusto, tan vinculado a la historia más esplendorosa de Corduba, en formato thorocauta, o sea de torso humano. Esta valiosa pieza ha sido adquirida por La Junta a las Hermanas de la Santa Cruz de la calle Morería, como heredad de la familia Enrique Tienda. Esta pieza está catalogada bajo el nombre de La Thorocauta.

Provincia de Córdoba: Otros yacimientos arqueológicos romanos

Al margen de los restos hallados en la capital, un paseo por la provincia también nos ayuda a entender lo que supuso la capital de la Bética para el mundo romano. Los vestigios encontrados en los municipios tienen un mejor estado de conservación ya que tras los romanos, los árabes comenzaron un proceso de aculturación en la capital que consistió además en el aprovechamiento de las piedras que conformaban los edificios imperiales para el uso de sus propias construcciones. Parece como en si los últimos años se hubieran contagiado por mimetismo de ese, digamos desapego a lo romano.

Una breve mención de los restos arquitectónicos romanos catalogados y reconocidos en los municipios más relevantes, sería la siguiente:

Villa del Río. Puente romano situado sobre la Vía Augusta sobre el Rio Salado.

Almedinilla. La villa romana de El Ruedo, en la Subbética cordobesa, es un yacimiento que abarca desde el siglo I hasta el VII y que tiene una extensión de unos 26.000 metros cuadrados. El Ruedo fue una villa convertida en un asentamiento rústico-urbano integrado por espacios residenciales y productivos que, según las investigaciones y debido a su grandiosidad, pudo pertenecer a una familia importante. También hay restos de una necrópolis.

Montoro, los romanos la llamaron Epora y le concedieron gran importancia, hasta el punto de nombrarla, junto a Cádiz, ciudad federada de la Bética. Conserva una escultura thoracata (torso humano) fechada a finales del siglo I y realizada en mármol blanco. Representa a un alto dignatario y, gracias a su decoración, ha sido comparada con piezas conservadas en museos de Roma y Ostia. La estatua se conserva en el Museo Arqueológico Municipal.

Puente Genil. De nuevo otra villa romana, la de Fuente Álamo. Es un yacimiento arqueológico que se encuentra fuertemente influenciado por la civilización romana, correspondiente a los últimos cinco siglos de la dominación del Imperio Romano en el sur de la Península Ibérica. Más tarde, en segundo plano y durante la época califal se construye una almazara de viga, sobre parte de la Villa Romana, concretamente en el siglo X d. C. dividiéndose el yacimiento arqueológico en tres épocas diferentes con construcciones de distinto uso, las termas romanas en la primera, la Villa romana en la segunda y la almazara Islámica en la tercera.

Monturque. Entre los restos romanos conservados en el municipio de Monturque, destaca por su magnitud, la gran cisterna que está situada bajo el cementerio de la localidad. Se trata de una gran obra cuyo objetivo era recoger el agua de lluvia, que poseía un depósito capaz de albergar alrededor de unos 850.000 litros.

Baena. Entre los municipios de Baena y Castro del Río se sitúa el yacimiento y santuario de Torreparedones, que alberga importantes restos íberos y romanos, entre los que destaca, una puerta monumental flanqueada por dos torres y un santuario.

Cabra. En 2006, a las afueras de Cabra, se halló una necrópolis tardo romana (siglos IV-VI d.C.) que posiblemente corresponde a personas de religión cristiana. Por otra parte, en esta ciudad tuvo lugar, en los años 70 del siglo pasado, uno de los hallazgos más importantes de la provincia: el conjunto escultórico del Dios Mitra. Se trata de una escultura en la que este dios mata a un toro. Todo un presagio de lo que luego significo en España los toreros y los toros. El caso es que desde hace tiempo está depositado, supongo que temporalmente, en el Museo de Córdoba capital, lo que tiene desesperados a la egabrense porque nadie hace caso a sus continuas reclamaciones de devolución.

Como colofón. Mejor que las apasionadas palabras de un aficionado amante de la Historia como yo, las que le dedica a Roma el historiador y periodista italiano Indro Montanelli, en el capítulo Conclusión, de su Storia di Roma, que por su clarividencia y buen juicio me permito reproducir aquí:

Roma nació con una misión, la cumplió y se acabó. Esa misión fue la de reunir las civilizaciones que la habían precedido, la griega, la oriental, la egipcia, la cartaginesa, fusionándolas y difundiéndolas en toda Europa y la cuenca del Mediterráneo. No inventó gran cosa en Filosofía, ni en Artes, ni en Ciencias. Pero señaló los caminos a su circulación, creó ejércitos para defenderlas, un formidable complejo de leyes para garantizar su desarrollo dentro de un orden, y una lengua para hacerlas universales. No inventó siquiera formas políticas; monarquía o repúblicas, aristocracia y democracia, liberalismo y despotismo habían sido ya experimentados. Pero Roma hizo modelos de ellos y en cada una brilló su genio práctico y organizador”. Y sigue más adelante refiriéndose al cristianismo. “El mismo cristianismo, para triunfar en el Mundo, tuvo que hacerse romano. Pedro había comprendido muy bien….”. Más adelante remata esta cuestión sobre el cristianismo. “Sus sucesores [de Pedro] se llamaron Pontífices, como los que habían presidido los asuntos religiosos de la Urbe pagana.”

lunes, 29 de junio de 2009

Muñones y reliquias de la Corduba romana(V)


Resulta insólito comprobar que las huellas arquitectónicas romanas que se pueden ver hoy día, en la Córdoba del siglo XXI, son desproporcionadamente pobres en su exhibición y poco representativas de la portentosa historia más arriba extractada, seguramente mejorable, pero hecha con las mejores intenciones. Se aprecia un cierto ambiente de indiferencia hacia el pasado romano, del que parecen estar contagiados los cordobeses en general, así como los medios de difusión y la industria turística. Desconcertante.

Se suele decir que debajo de la Córdoba actual duerme, el sueño eterno, la Corduba romana. No hay obra, pública o privada, en la que no hayan aparecido restos romanos de valor histórico significativo, de los que luego las “autoridades” tanto locales, autonómicas o nacionales, no se han preocupado de sacar partido. Desde la transición, Córdoba no ha dejado de estar gobernada por la izquierda radical. Esta circunstancia ha quedado bien proyectada en la política de obras, conmemoraciones, puestas en valor –frase que tanto gusta a los progres- de la imagen que desean que sea apreciada, tanto por los propios cordobeses como por los visitantes. Es público y notorio que a esa izquierda le entusiasma, en exclusiva, lo andalusí, más folclórico que histórico, con falaz olvido de lo romano.

Parece que, en la Historia de España, sólo consta la andalusí. Aunque, en el fondo, no con mucho entusiasmo por los Omeyas impuros neo bizantinos, malos musulmanes, borrachos de vino de Monte de Ullia –Montilla-. Montilla y su famoso vino ya existía cuando andaban por Qurtuba los Omeyas, que por cierto supieron apreciarlo. De la historia de al-Ándalus, lo especialmente resaltado es lo almohade y lo nazarí. Andalucía queda reducida a presentar la consabida y exclusiva estampa de la Alhambra de Granada y la Giralda. Por cierto indiscutibles vestigios de la historia andaluza, pero sospechosamente exhibidos como exclusivos protagonistas. Aquellos viajeros románticos, escritores, poetas, músicos, que en el pasado tanto promocionaron esos manidos rincones y escenas de nuestro pasado, miraban el paisaje con anteojeras afectadas. Parece como si ya, todo estuviera hecho y nada quedara por hacer. Como dicen los fatuos, la figura de Andalucía es poliédrica. Sí, pero solo se enseña una cara. Hay más caras, también valiosas, que quedan entre vergonzantes penumbras.

Por eso, cada vez que se ha hecho alguna obra de cierta consideración en las que se han “tropezado” con los inevitables y abundantes restos romanos –desafortunadamente para los propietarios afectados-, rápidamente se le ha echado, literalmente, tierra encima. La ideología política de extrema izquierda -y no tan extrema- y su particular forma de entender la cultura como herramienta de la acción política, no han dado facilidades para que se fuera creando un parque arqueológico que refleje, adecuadamente, la riqueza romana arquitectónica. Todo el mapa de la ciudad está plagado de hallazgos detectados –hasta en la Mezquita Catedral-, las más de las veces saqueados, o vueltos a enterrar. En el fondo, tropezarse, que no buscar, restos romanos en Córdoba, sea en una obra particular o pública, constituye un problema administrativo-cultural, que todo el mundo quiere evitar.

Las explicaciones para justificar la carencia de este parque arqueológico adecuado, son curiosas. Entre otras se dice que la zona que Roma eligió, en su día, para la fundación y desarrollo urbanístico del foro, estaba en el mismo sitio en el que hoy encontramos el centro tradicional de la ciudad – eje formado por la Plaza de la Corredera, Ayuntamiento (Templo Romano), calle de Claudio Marcelo (el fundador), Plaza de Las Tendillas, Gondomar, San Nicolás, Puerta de Gallegos (fin del foro)-. El argumento es que, durante siglos, la piqueta no ha dejado de actuar, sucesivamente, tirando y levantando en el mismo sitio. Debido a esto, quedan pocos testimonios de la que fuera capital de la Bética. No se ha hecho otera cosa que seguir el destructor ejemplo de los musulmanes, que cuando la ocuparon se encontraron ya hecha una explendida ciudad, que en poco tiempo destruyeron para usar sus sillares, columnas, piedras para imponer su civilización ya entonces anti occidental.

Otro argumento esgrimido para explicar esa carencia de testimonios arquitectónicos tiene que ver con las luchas civiles de cesaristas (populares) contra pompeyanos (optimates). Como se ha relatado anteriormente, después de que Julio Cesar venciera en la batalla de Munda 45 a.C., asedió Corduba sin dejar piedra sobre piedra, en venganza por ser los cordubenses optimates, además de costarle la vida, según la historia, a más de 20.000 ciudadanos.

Frente a estos argumentos, cabe citar algunos hechos históricos, cuando no pruebas arqueológicas, que los ponen en duda. Cuando Augusto estuvo en Hispania, entre los años 27 y 25 a.C., se llevaron a cabo proyectos de reconstrucción de la llamada nueva Corduba. Hubo profundas reformas administrativas que condujeron a que la ciudad se convirtiera en capital de la Bética. Se le otorgó el título de Colonia Patricia Augustea, lo que provocó una autentica expansión urbana, acompañado de un notable crecimiento de los servicios como fue la construcción de un acueducto, naturalmente llamado Aqua Augusta, además de alcantarillado y fuentes públicas. Se extendieron las murallas, lo que permitió un rediseñamiento organizativo de los barrios, llamados vicus, entre los que cabe citar: Augustus, Forensis, Hispanus, Patricia y Canteris.




Evidentemente, Corduba le debe mucho a Cesar Augusto Octaviano, lo que parecía querer expresar su deseo de redimir, a los ojos de los cordubenses, el desagradable recuerdo dejado por su tío-abuelo; lo de optimates o pro pompeyanos es agua pasada; se propuso convertir esa ciudad en una segunda Roma de las colonias. Pero ¿dónde están los testimonios públicos de agradecimiento de los cordobeses, de todos los tiempos, a tan notable benefactor? ¿Dónde el interés y el mimo por recuperar tan gloriosos restos y ofrecer orgullosos, a la vista de todos, los de dentro y los de fuera, su pasado? Al menos quiero suponer que la mayoría de los cordobeses del siglo XXI saben quienes eran Trajano, Adriano, los dos Sénecas, Lucano, entre otros, por su estrecha vinculación con la antigua Corduba, raíz de nuestro ser de occidentales.



Cuando se construyó el conocido y todavía utilizado Puente Romano, siglo I d.C., en la Vía Augusta, de vital importancia para la comunicación de Corduba, por estar emplazada en una encrucijada de vías que comunicaban tanto con toda la Bética, por el sur, como con la Lusitania y la Tarraconense, por el norte, no es difícil imaginar que, esta importante obra conllevaba un saneamiento y estímulo para el desarrollo urbanístico de la ciudad, como suele ocurrir también en nuestro tiempo. Recordemos el apreciable efecto que tuvo la construcción del Puente Nuevo, año 1957, –segundo puente después de 20 siglos- en el desarrollo urbanístico de la actual Córdoba. Además, al ampliarse las murallas, hecho muy importante, la Vía Augusta que pasaba por la ciudad, se la mejoró notablemente, pasando a ser la Decumanus Maximus, o sea, la calle mayor, la gran vía de la ciudad.


viernes, 6 de marzo de 2009

La vuelta al crepúsculo (IV)

Puente Romano rehabilitado en 2008. Al fondo puerta de la Calahorra. (foto FJ Manso, 10-3-09)










Y llegamos al siglo V, el de los bárbaros. Comienza la expansión del cristianismo. Etapa de decadencia, guerras y revueltas continuas que se inició ya con el terrible Dioclesiano. El hijo de libertos, autor de la Gran Persecución contra los cristianos, mediantes tres edictos sucesivos en los años 303 y 304 d.C. La capitalidad de la Bética se desplaza de Corduba a Híspalis (Sevilla).

Hispania es arrasada por todo tipo de bárbaros, con especial saña los Vándalos que, aunque no se instalan definitivamente, como pasó con los visigodos, dejan la herencia del cambio de nombre de la Bética por el de Vandalucia. Los vándalos toman la Carthago romana, al otro lado del estrecho, donde se constituyen en el Reino de los Vándalos. Lo del origen del nombre de la actual Andalucía es una cuestión muy debatida y no menos afectada por la romántica e imparable Quimera de al-Ándalus (Serafín Fanjul, Siglo XXI de España Editores, Madrid 2004), que no ayuda en nada a desmitificar esa etapa de nuestra historia, llena de adherencias fantásticas.

La caída del imperio romano occidental arrastra también a las colonias. La vida urbana decae y el país se ruraliza. Los hispanos-romanos empiezan a marchar sueltos de manos por la senda de la historia. En 476, el último emperador romano Rómulo Augústulo –o sea, Augusto el pequeño-, es derrocado por un ostrogodo. Como dice el historiador Antonio Jaén, “Es muy especial la situación de Corduba durante la dominación bárbara, y en realidad no hay ningún dato histórico que pruebe ciertamente su vencimiento hasta la conquista de Córdoba por Leovigildo, en el año 572; es decir, cuando va para cerca de doscientos años que ha desaparecido de las comarcas hispanas el señorío de Roma”. A continuación Antonio Jaén se hace una pregunta inquietante: “¿Qué fue, pues, de Córdoba durante todo el siglo V de nuestra Era y gran parte del siglo VI?” Este vacío es propicio para la novela histórica de bizantinos y vándalos feroces. Algunos afirman que Córdoba siguió siendo Corduba, o sea, fiel a Roma. Lo que daría para casi 8 centurias de romanización.

Es el momento en el que se comprueba la profunda huella que la civilización romana ha dejado, no sólo en nuestra pequeña historia, de tal modo que, más o menos tarde, los propios verdugos del Imperio, se romanizan. Todos dicen ser herederos del “sacro imperio romano”. Todos los reyes y tiranos, más o menos legítimos adoptan los rituales y modos de los emperadores romanos. Y a pesar del incierto devenir del llamado Occidente –Civitas Nostra-, frente al nuevo desafío que le ha relanzado cierto islamismo radical y excluyente, con una visión congelada desde su nacimiento hace más de 1.400 años, el gran y verdadero Legado Romano parece disponer todavía de fuertes y profundas raíces. Ojalá sea algo más que un profundo deseo.

Pero el Mundo sigue y también la historia de Córdoba. Los visigodos ya andaban por Hispania y fue Leovigildo quien convirtió el reino visigodo en un Estado hispánico con capital en Toledo. Para ello tuvo que convertir la monarquía tradicional electiva en hereditaria en sus hijos Recaredo y Hermenegildo (573). Este último quedo eliminado por problemas de rebelión, quedando como único heredero Recaredo. Además tuvo que luchar contra otros poderes presentes en el resto de Hispania: bizantinos al sureste, suevos al noreste, aristocracia bética al sur, cántabros y vascones al norte –por cierto, fundó Vitoria para controlarlos; la eterna historia-. Con respecto a los bizantinos, Leovigildo recuperó Málaga y Baeza en el año 570. Un año después Medina Sidonia y finalmente, en 572, Córdoba. Esta fue una victoria resonante por cuanto antes habían fracasado Agila y Atanagildo.

Volviendo con Recaredo, a mediados del siglo VI, se construyó en Córdoba la Basílica de San Vicente, sobre un templo romano dedicado al dios Sol, sobre el que luego los musulmanes construyeron la Gran Mezquita. Todo un presagio. Recaredo, sucesor de su padre Leovigildo, fue el rey desde el 586 al 601. En el año 589, Recaredo convocó el Concilio de Toledo, adjurando del arrianismo y convirtiéndose al catolicismo.

En cuanto a la Basílica de San Vicente, se edificó en el lugar que hoy ocupa la Mezquita-Catedral de Córdoba. Cuando Corduba fue tomada por los musulmanes, al principio los nuevos amos de la ciudad accedieron a respetar el templo, mientras los cristianos pagasen los tributos exigidos. Pero la ciudad seguía siendo un núcleo duro de los partidarios de Witiza. El caso es que la Basílica fue finalmente expropiada y destruida, hacia el año 786 d.C., para construir, sobre el mismo sitio, la Gran Mezquita, para lo que se aprovecharon los materiales de la derruida Basílica de San Vicente. Quien haya visitado la actual Mezquita-Catedral de Córdoba, habrá visto una extraña pileta de bautismo situada en una de las grandes naves constituidas por un bosque de columnas –la mayoría bizantinas como tantas cosas de la Mezquita-. Es el único recuerdo que se conserva de la Basílica cristiana.

martes, 3 de febrero de 2009

LOS HECHOS DE CORDUBA, (III)

Cuando Hispania no era todavía España y Portugal, el gran Viriato representaba la última resistencia ibérica frente al invasor romano. Entre los años 143 y 141 a.C., la Corduba romana estuvo sitiada por Viriato. Un par de años después, en 139, los romanos sobornaron a los lugartenientes de Viriato –Audax, Ditalco y Minuro- para que lo asesinaran. Lo que así hicieron mientras dormía. Cuando fueron al campamento romano a cobrar la recompensa, Quinto Servilio Cepión, pretor entonces de la Hispania Ulterior, acuño la famosa frase de “Roma no paga traidores”. Luego ordenó que los ejecutaran.

No es admisible esa ñoñería circunstancial de que Viriato era un pastor de cabras, para definirlo. Viriato poseía una visión estratégica propia de un general. Sexto Julio Frontino, además de un distinguido aristócrata romano del siglo I, se hizo famoso por sus obras y tratados que luego han tenido un gran aprecio histórico. Precisamente Frontino cita, de un modo destacado, al gran táctico lusitano, “terror de los romanos”, en su obra Estratagemas.

Con la muerte de Viriato puede decirse que se extinguió la antigua Iberia, lo que dio paso en la historia a la nueva Hispania, que en el devenir de los tiempos se convirtió en España. Pero hay que recordar que la conquista no se ultimó hasta después de muchos años de guerras, posiblemente entre los años 27-25 a.C., en los tiempos de Augusto, primer emperador romano.
Las luchas internas de Roma casi siempre daban lugar a enfrentamientos bélicos en la península, especialmente en Corduba por su condición de cuartel central geoestratégico. Por ejemplo, cuando estalló la guerra civil entre el dictador Lucio Cornelio Sila –según Montanelli el inventor del culto a la personalidad- contra Cayo Mario. Un sobrino de éste, el general Quinto Serterio, se implicó en la contienda, que enfrentaba a los demócratas, con el Senado y la aristocracia dirigida por Sila, poniéndose de parte de su tío. La victoria popular le permitió a Serterio, desempeñar el cargo de gobernador de la Hispania Citerior hasta que Sila se hizo dueño del poder en Roma.

Sertorio fue declarado proscrito y se exilió a Mauritania. En el año 80 a.C. regresó a Hispania desde donde continuó con su política contraria a la oligarquía, donde entonces estaba como representante de Sila, es decir el poder de Roma, Quinto Secilio Metelo. En su lucha, Sertorio llegó a controlar toda la provincia Citerior con la ayuda de los lusitanos y otros pueblos indígenas. Pero claro, cuando llegó Cneo Pompeyo a Corduba y puso todo el cotarro a favor de los suyos, los pompeyanos, los cordubenses ayudaron a Metelo a vencer a Sertorio, que fue obligado a refugiarse en los valles pirenaicos donde unos de sus partidarios, el general Perpena, le dio muerte durante la celebración de un banquete. Por cierto que Metelo, cuando regresó a Roma, se llevó consigo una clientela de intelectuales y escritores de Corduba –siempre es políticamente bueno cuidar estos clientes-, lo que posiblemente dio lugar al nacimiento de una escuela de pensadores influyentes dentro de la Urbe, los hispanos.

En el año 49, en la Corduba que ya era una caput provinciae, Julio César se reunió con los representantes de las ciudades de la Hispania Ulterior. Estaba considerada capital de conventus –competencia de naturaleza jurídico-administrativa-. En lo referente a la guerra civil entre cesarianos y pompeyanos, al principio Corduba toma partido cerrando sus puertas al legado pompeyano Varrón. Éste se rindió allí a César, quien pronunció un discurso de agradecimiento a sus partidarios. Es entonces cuando plantó el famoso platanus mencionado por Marcial, situado en los jardines del actual Alcázar de los Reyes Cristianos.

Parece inevitable, pero tengo que referirme a otro conflicto que se produjo en el año 48, también en Corduba. Casio Longino, que estaba como pretor de Cesar en la Ulterior, sufrió un atentado cuando se dirigía a la basílica de Corduba para administrar justicia. Fue rescatado por su guardia. Además, a las puertas de la ciudad se encontraban cinco legiones que entraron inmediatamente, pero Longino les ordenó que salieran, salvo una cohorte de la Trigésima. Longino mandó detener a los implicados que, como solía ocurrir en Corduba, pertenecían a la aristocracia local. El delator fue un tal Licinio Esquilo. El hecho es que consiguieron salvarse después de ser muy generosos con Longino.

Pero la cosa no termino aquí. Aprovechando que Longino estaba en Híspalis, se sublevaron tres legiones de Itálica, al mando de Torio que era partidario de Pompeyo. Se dirigieron a Corduba donde la población, también pompeyana, los recibió con alborozo. El cuestor de la ciudad, que era filo cesariano, pero bastante indeciso, consiguió calmarlos. En cuanto Longino se enteró de la situación, volvió a Corduba lleno de ira y se fue directo a la feraz campiña para quemar las cosechas de los ricos pompeyanos que antes habían comprado su vida. Por precaución, Longino había avisado de la situación al procónsul de la Citerior, Lépido –que luego llegaría a ser un triunviro con Marco Antonio y Octavio-. En cuanto llegó el refuerzo la cosa quedó, de momento, resuelta.

Pero a Cesar no le gustó la actuación de Longino que fue sustituido por Trebonio. Realmente la causa cesariana había llegado a un punto muy peligroso. Animados por los vientos favorables los pompeyanos mandan desde África, en el año 47 a.C., a Cneo Pompeyo –el hijo mayor de Pompeyo- para afianzar la situación. Ya antes de que Cneo Pompeyo llegara a Corduba, la población se sublevó dirigida por dos cordubenses influyentes, Annio Scapula y Q. Aponio, que inmediatamente expulsan a recién nombrado por Cesar, Trebonio. Los insurgentes acuerdan reunirse con Cneo Pompeyo en Carthago Nova (Cartagena), donde lo proclaman imperator. La moraleja es, como un atentado contra Longino, mal resuelto, enciende la chispa del fuego pompeyano que se extiende de forma imparable.

En el año 46 a.C., los hijos de Pompeyo, en prueba de gratitud, conceden a Corduba el primer estatuto colonial de Hispania, que otorgaba a sus moradores la condición de ciudadanos romanos, pasando a ser denominada Córduba Colonia Patricia.

Estando así las cosas de forma tan desfavorable para Cesar, en el 45 a.C., se dirige a la Corduba Patricia, se olvida de los títulos de ciudadanos, de los discursos de agradamiento y siembra del plátano conmemorativo de la visita anterior y decide asediar la ciudad con determinación, combatiendo contra Cneo Pompeyo, su enemigo. El primer encuentro lo tuvieron por el control del puente –puente de madera que fue sustituido, muchos años después, por otro de piedra construido también por Roma en siglo I d.C. Cesar tuvo que retirarse y se dirigió hacia Ategua, mientras Pompeyo se quedó en Corduba para invernar. Ategua se halla situada en la campiña cordobesa, pedanía de Santa Cruz, junto al cortijo de los Castillejos de Teba. Según relata el «Bellum Hispaniense», efectivamente fue conquistada por los cesarianos en el año 45 a.C. Desde el punto de vista arqueológico, Ategua posee restos constructivos que constatan la ocupación humana del lugar desde el Calcolítico hasta la Edad Media, lo que la convierte en un lugar privilegiado para la investigación arqueológica e histórica.

Pero el 17 de marzo del citado más arriba año 45 a.C., cuando en la campiña Cordubesa empieza la primavera, en la llanuras de Munda, se llevó a cabo la última batalla de la guerra civil romana librada entre Julio Cesar (los populares) y los hijos de Pompeyo (los optimates), guerra en la que, finalmente, venció el primero. Tras esta batalla, César, que no olvidó el desaire de los cordubenses, decidió volver sobre la ciudad para asediarla, sin problemas de puentes de madera, y fue tomada al asalto con la orden de su destrucción total como castigo, donde dicen que no quedó piedra sobre piedra y murieron 22.000 cordubenses. Supongo que todos no serían pro pompeyanos. Las cosas de las guerras partidistas.

En cuanto a la ubicación de Munda, todavía es objeto de discusión. Según algunos historiadores está situada cerca de la actual Osuna, mientras que otros la sitúan en las cercanías de la actual Montilla, a unos 44 kilómetros de la actual Córdoba. En esta batalla perdieron la vida Tito Labiano y el hijo mayor de Pompeyo, Cneo Pompeyo, como ya se ha dicho. Cuando Cesar entró triunfante en Roma se hizo nombrar dictador. El 15 de marzo (en los famosos idus) del año 44, el dictador Cayo Julio Cesar fue asesinado en la curia del teatro Pompeyo, precisamente, donde se reunía el Senado de Roma. Le sucedió su sobrino-nieto Cesar Augusto Octaviano con el título de primer emperador romano.

En el año 43 a.C., durante la época del Segundo Triunvirato entre Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido, tras el vacío de poder originado por el asesinato de Julio César, Corduba recuperó su papel como centro político de la Ulterior. Llegó a poseer más edificios de uso público y diversión que la propia Roma. Ya en el año 5 a.C., Corduba poseía el mayor anfiteatro del imperio romano –del que se hablará más adelante-, siendo éste referencia para la construcción del gran coliseo romano.

Dice el ideólogo, escritor y profesor español, Ernesto Giménez Caballero (1899-1988), que “Córdoba sería la ciudad imperial por excelencia en la historia de España hasta que Toledo le arrancara un día ese título bajo el catolicismo”. Y añade que “Andalucía fue la tierra de España que antes fundió su alma con la de Roma (luego el litoral tarraconense, luego Lusitania. Las más tardías tierras de romanización: el noroeste Galaico y la Cantabria dura, breñuda y misteriosa.). Córdoba tuvo el sentido imperial que luego se desarrollaría espléndidamente en la Córdoba árabe del Califato [omeyas neo bizantinos]. De Córdoba la romana saldrían, en el mundo antiguo, los dos Sénecas y Lucano el Poeta. No es poca cosa, entre otras, para caracterizar una ciudad como de raíz romana.

A raíz de la estancia de Augusto en Hispania, entre 27 y 25 a.C., se debió acometer otro de los proyectos inconclusos del gran César: terminar la reconstrucción de la nueva Corduba. Según la historia Augusto dividió Hispania en tres regiones: la Bética, la Lusitania y la Tarraconense. Y aunque ha sido objeto de muchas disputas de celos entre sevillanos y cordobeses, como ya se ha dicho, hubo un momento en que la capital de la Bética sí fue Corduba, y no sólo sede de un cierto convento jurídico, como lo eran también el gaditano, el hispalense (Sevilla) y el astigitano (Écija).

viernes, 9 de enero de 2009

jueves, 8 de enero de 2009

La fundación de Corduba: de las sombras al albor(II)


Los romanos conquistaron el poblado indígena de Corduba en el 206 a.C., tras la batalla de Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla), en la que se enfrentaron los ejércitos cartagineses contra las legiones romanas. El resultado fue una de las más importantes derrotas de los cartagineses en terreno hispano, durante la Segunda Guerra Púnica. Esta batalla fue decisiva en la retirada cartaginesa durante la conquista romana de Iberia, que pasó luego a llamarse Hispania. La fundación de Corduba fue de las primeras que se dieron en Hispania, convirtiéndose más tarde en capital de la Bética con alto grado de romanización.

Los cartagineses defendieron su imperio como podían. Pero finalmente, como es sabido, se cumplió la sentencia de Catón: delenda est Carthago. La realidad es que la conquista del poblado indígena no fue otra cosa que un episodio más de la lucha de hegemonía entre la potencia que era Cartago y el nuevo poder en escena de Roma. De paso que los romanos arreglaban cuentas con Cartago y Lucio Marco conquistaba Corduba, tuvieron que pasar bastantes años antes que Marco Claudio Marcelo, en 152 a.C., procediera a la fundación de una ciudad romana, para la que adoptó el nombre primitivo con el que era conocido aquel poblado indígena: Corduba. Después, siguió siendo romana cerca de 8 centurias.

El fundador de la Corduba romana fue un gran personaje de mediados del siglo II a.C., época de transición en el área mediterránea, en la que luchan por la hegemonía varios poderes europeos, asiáticos y africanos. Período turbulento, como suelen ser los de transición, en el que intervienen personajes de la talla universal de Aníbal, Escipión Africano, Emilio Paulo, Marcelo (el conquistador de Siracusa y abuelo del personaje objeto de esta pequeña historia), Catón, Escipión Emiliano, los Graco, padre e hijos, etc.

El historiador Estrabón proporciona el primer testimonio escrito al referirse a la presencia de una población latina que acompañaba a los invasores y que se instaló cerca de un poblado indígena. Y añade que Corduba es «la obra de Marcelo», y se extiende algo más sobre sus excelencias, indicando que la ciudad «la habitaron desde el principio un grupo selecto de romanos y de indígenas vecinos, pues fue ésta la primera expedición colonial que los romanos enviaron a dicho territorio», es decir, a la Turdetania, región que abarcaba el valle del Guadalquivir –entonces Betis- desde el Algarve portugués hasta la Sierra Morena cordobesa, que coincide con los territorios de la antigua civilización de Tartessos. Como descendientes históricos de los Tartessos, tenían una personalidad propia dentro de la cultura de los íberos. Ésta se caracterizaba por un tipo de cerámica, pintada, con decoración geométrica, escultura animalística, que en época romana se continuó con figuración humana.

El currículo de Claudio Marcelo, el fundador –o como se dice en latín, el cursus honorum- era brillante: pontífice, tribuno de la plebe, pretor, cónsul por tres veces, senador y consular diplomático, en una de cuyas misiones a África halló la muerte. Desempeñó la pretura de ambas Hispanias (Ulterior y Citerior, 169 a. J. C.). Según algunos historiadores, Claudio Marcelo intervino en Hispania en dos campañas distintas con mando militar: la primera en el año 169 a.C., y la segunda en el 152. Se cree que fue en la segunda de ellas en la que decidió formar un campamento permanente en una zona en la que ya había algunos asentamientos primitivos. Es decir, en esta fundación se colocan juntos colonos romanos (no sólo soldados, también civiles, comerciantes, agricultores, etc.) con un grupo de turdetanos seleccionados; comportamiento, por otra parte, habitual en la colonización romana de la Península.

Aunque sea de pasada, es inevitable mencionar el conflicto existente entre los historiadores partidistas, respecto a la existencia simultánea o previa de Itálica. Sin embargo, cuando el pretor Marcelo viene a la Bética decide residir en Corduba, posiblemente porque sea ésta la ciudad que más rápidamente se romanizó y también una de las colonias más célebres del occidente romano. Estos hechos, junto con ciertas referencias históricas propiamente romanas, alientan a considerar a Corduba como «la primera expedición colonizadora que los romanos mandaron a estos lugares».

Ya en el año 113 a.C., se menciona que en Corduba existía un foro romano. El asentamiento indígena es poco a poco abandonado y sus habitantes se trasladan a la próxima ciudad romana. Se va produciendo una monumentalización de la ciudad, y las casas de adobe van siendo sustituidas por otras de caliza y areniscas. Incluso en el año 80 a.C. ya se acuñan monedas en esta ciudad.
(Continua)